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El nuevo mundo multipolar

Juan David García

El escenario internacional actual es mucho menos predecible que el de hace tan solo quince o veinte años. Con el fin de la Guerra Fría y el derrumbamiento de la Unión Soviética, el liderazgo en solitario de Estados Unidos fue evidente y la estabilidad global dependió de él y de la adherencia de las potencias occidentales a sus intereses estratégicos. La conducción de la economía global, el mantenimiento de la seguridad internacional, la democratización del Medio Oriente o la superación de los conflictos violentos en África Central y los Balcanes, fueron fundamentales en la agenda de la política exterior estadounidense para los años noventa.

 

Sin que el panorama de conflictividad en el mundo haya cambiado de manera ostensible, y antes bien, se haya agravado, por el empoderamiento de nuevas organizaciones terroristas como Estado Islámico, el gran desafío que hoy se les presenta a los Estados Unidos es la aparición, o más bien, el retorno de grandes jugadores internacionales que reclaman un lugar prominente en la toma de decisiones internacionales.

 

Por ejemplo, la flexibilización de las relaciones con Irán, luego del acuerdo de 2015 con las potencias nucleares, en donde asumió el compromiso de renunciar a un programa de desarrollo de energía nuclear con fines militares, le permitirá a este país exportar nuevamente petróleo y a precios inferiores a los de referencia internacional y, además, superar el estancamiento económico que padeció durante más de diez años. Sin duda, Irán tendrá un papel muy relevante en el entorno regional eurasiático.

 

Por su parte, China sigue esforzándose por ocupar cada vez más espacios y construir una serie de puentes de integración económica y política, consolidando su apuesta por el poder blando como herramienta principal para asegurar sus intereses. Desde que asumió en 2012, el primer ministro chino, Xi Jinping, ha visitado más países que Barack Obama.

 

Esta semana se encuentra de gira por varios países de Oriente Medio, como Arabia Saudita, promoviendo la versión renovada de la Ruta de la Seda, que en el siglo XXI representa el ambicioso plan de volver a unir China con Europa, a través de grandes obras de infraestructura: puertos marítimos y fluviales, autopistas de varios miles de kilómetros que cruzan las estepas de Asia Central y pueden desembocar en el Golfo Pérsico o el Mar Negro, gasoductos y oleoductos que abastecen de combustible al gigante asiático, hoy el mayor consumidor de energía del planeta y el principal socio comercial de muchos países árabes, interesados en diversificar sus relaciones multilaterales y disminuir la dependencia tradicional frente a Occidente.

 

Todo esto, al mismo tiempo que se celebra la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, en donde se encuentran jefes de Estado, ministros de Economía, magnates y representantes de las empresas más influyentes del mundo, discutiendo y promoviendo la que ya se conoce como la Cuarta Revolución Industrial, la cual conducirá inexorablemente al ascenso de nuevas potencias y, es probable, a un auténtico mundo multipolar.

 

JUAN DAVID GARCÍA RAMIREZ.

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